Estos últimos días trascendió entre el personal docente y no docente, la novedad de que tiene aprobado todos los tramites necesarios una nueva universidad nacional (la “Luis Franco”), que se instalará en la ciudad de Belén, en el oeste catamarqueño.
Más allá de que la nueva casa de altos estudios se referencia políticamente en el kirchnerismo, lo mismo que la UNCA es un satélite del radicalismo, la instalación de una nueva universidad le plantea el desafío de superar la mediocridad de las actuales autoridades, para superar los obstáculos que la condenan a ser lo que es, un verdadero carnaval desvergonzado que poco y nada aporta a la sociedad catamarqueña.
La UNCA (esto no se escuchara en los actos conmemorativos de este 40 aniversario), tiene muchos problemas; todos derivados de un drama singular, que es el sistema de elección de autoridades, que garantiza la perpetuación de los decanos y el rector en sus puestos.
Los decanos, verdaderos coroneles del Brasil colonial, o de los del conurbano bonaerense para ser aun más claros) utilizan todos los mecanismos a su alcance para permanecer en el cargo. El más conocido, con efectos desbastadores en la calidad y la cantidad de lo que se enseña a nuestros jóvenes, es el de no hacer concursos por los cargos y mantener a los docentes en calidad de interinos.
La razón es simple, los interinos no pueden integrar las listas de candidatos. De modo que se da el caso de que no hay docentes suficientes para conformar listas alternativas a las de los decanos, que terminan compitiendo por sus reelecciones solos. Y si algún loco se insubordina, sea interino o permanente, le concursan la cátedra y seguramente lo dejan afuera, para que el resto escarmiente con el miedo a perder el trabajo.
Esas picardías que no figuraban entre los preceptos de quienes motorizaron la famosa reforma de 1918 son las que llevaron a la UNCA a la mediocridad absoluta, y a su personal a un conformismo peligroso.
Pero esta novedad de la instalación de una nueva universidad en el oeste catamarqueño viene a ser una bomba que amenaza con hacer estallar una institución, que poco a poco se fue convirtiendo en algo chiquito, cuyas autoridades se regodean mintiéndose lo que no son.
No es ni más ni menos que esa casucha a medio derrumbarse, de unos cuantos metros cuadrados, en el que la metáfora de la vaca atada cuenta que vivían una familia compuesta por el padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos.
Tal vez las actuales autoridades de la UNCA, antes de maldecir al kirchnerismo, deberían aprender de aquella alegoría, y no hacer como los habitantes de aquella casucha bien pobre, que se las arreglaban para acomodarse siempre de cualquier manera, a cualquier circunstancia.
Según la metáfora de la vaca atada, las ropas viejas y remendadas, y la suciedad y el mal olor que envolvía a los cuerpos de aquella familia pobre, que en el caso que nos ocupa seria el poco o nulo prestigio de las autoridades de la UNCA, eran, o son, la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reina.
Curiosamente, en medio de ese estado de penuria y pobreza material y moral, la familia, como las autoridades de nuestra UNCA, contaban con una sola posesión, extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca…una flacuchenta vaca cuya escasa leche proveía a la familia un poco de alimento para sobrevivir.
Cuenta la metáfora que alguien degolló a la pobre vaca que se encontraba atada en la puerta de la vivienda; la misma calamidad que amenaza ser esta nueva universidad para la UNCA. Qué lección es ésta que se puede aprender de este caso en el que deja a una familia en la ruina total, producto de la muerte de su única posesión.
Pregunta: ¿porqué no puede pasar con la UNCA como cuenta la historia que pasó con los habitantes de aquella casucha bien pobre, que un tiempo después de haber sufrido la muerte de la vaca, sus aspectos habían mejorado. Sus ojos brillaban, vestían ropas limpias, iban aseados por las calles, con amplias sonrisas que mostraban que algo significativo había sucedido?
El padre de aquella familia contaba luego que la leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento, por lo que su muerte amenazaba también su supervivencia, entonces toda la familia decidió limpiar el patio en la parte de atrás de la casucha, conseguir algunas semillas y sembrar hortalizas y legumbres para alimentarse.
“Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas”, decía el padre de aquella familia.
Los que hoy se afligen por la UNCA, por su propia supervivencia claro, podrían aprender la lección que la metáfora enseña. La vaca, o la UNCA tal como está hoy día, además de ser su única posesión de algunos, es también la cadena que los mantiene atados a una vida de conformismo y mediocridad.
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