En homenaje a Luis Franco
Se aprobó la iniciativa en el Senado provincial.
Al fundamentar la ley, el senador Carlos Acevedo hizo una reseña respecto del escritor belicho. Recordó que “Luis Leopoldo Franco nació en Belén, un 15 de noviembre de 1898, hijo de Luis Antonio Franco y de Balbina Acosta de Franco. Poco antes de terminar la escuela primaria, su familia se trasladó a la Capital provincial para que sus hermanos mayores y él realicen los estudios secundarios.
Se destacó como alumno en el Colegio Nacional. A la par satisfacía su curiosidad de vida y de mundo a través de los libros; curioseaba o estudiaba cosas que no figuraban en los programas de estudio, ni siquiera en la cabeza de los profesores.
Para liberarse del Colegio, dio los dos últimos cursos en un año y volvió a Belén.
Al año siguiente, 1918, ganó el Premio de Honor en certamen literario “Juegos Florales”, presidido por Jaimes Freyre, con su “Oda Primaveral”. La prensa del País y la popular revista “Caras y Caretas” comentaron ese pintoresco episodio ya que, llegado el día en que se entregaban los premios y sin tener noticias del ignoto escritor, éste se presentó acompañado de un peón, habiendo viajado en lomo de mula durante dos días a la ciudad de Tucumán, para recibir la distinción.
Hizo el servicio militar en Buenos Aires, durante el cual pasó gran parte del tiempo en el calabozo a causa de su temperamento. Inició la carrera de derecho, la cual abandonó en el segundo año cuando advirtió ‘su escasísima fe en las verdades universitarias e intuyó su incompatibilidad total con la jurisprudencia’.
Si bien la vida en el campo le proporcionaba la paz para poder leer y estudiar y la posibilidad de trabajar en forma independiente, a veces necesitaba buscar información en bibliotecas y librerías, por lo que durante varios años alternó entre el ajetreo de la ciudad y la vida campesina.
En Buenos Aires trabajaba en la Biblioteca Nacional del Maestro. En su Belén natal se ganaba la vida como labrador de una finca, donde combinaba el cultivo de cereales y pastos con el de la vid. Ahí hacía de patrón, capataz y peón a la vez; de herrero, carpintero y talabartero cuando era necesario. Sufrió varias veces la cárcel por defender el agua de riego, respaldando a labriegos y otros.
Su ateísmo y su carácter intransigente le valieron la censura y la falta de reconocimiento de sus contemporáneos locales. Y también que se lo identificara con el comunismo y el anarquismo.
Murió un 1 de junio de 1988, próximo a cumplir sus 90 años, en un asilo de ancianos de Ciudadela (Buenos Aires), donde transcurrió los últimos años, sobrellevando la soledad y la pobreza.
En el pasado mes de agosto su restos fueron trasladados a su Belén natal.
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