miércoles, 29 de julio de 2015

Corral Quemado, el pueblo terminal

Ruta 40, crónicas tierra adentro
El destartalado colectivo que atraviesa un tramo de la Ruta 40, en el centro de la provincia de Catamarca, es un universo rodante; una más de las grandes historias mínimas que recorren el país, al costado del camino0
Corral Quemado dice el cartel colgado en el parabrisas del colectivo. ¿Corral Quemado? Hasta el nombre suena seco, como si de él se desprendieran cenizas. Sin embargo, el viajero deberá asumir la incertidumbre de lo desconocido, subir en la mínima terminal de Belén y dejarse llevar. Arriba los pasajeros saludan al chofer por su nombre, se conocen entre ellos y saben que hay un forastero; el que escribe esta crónica.
El pasillo está poblado de cajas de cartón, mochilas que se cubrirán de polvo, bolsas repletas de frutas y paquetes de pañales. Algo va atado del techo; las sogas cuelgan latigando la carrocería.
Afuera el sol quema la tierra y el ripio gasta las ruedas. En cada curva suena una bocina larga, como la de un barco.
Hasta el nombre suena seco, como si de él se desprendieran cenizas. Sin embargo, el viajero deberá asumir la incertidumbre de lo desconocido, subir en la mínima terminal de Belén y dejarse llevar
Desde adentro unos ojos colgados de la ventana se balancean, bailan recorriendo el paisaje montañoso. Una chiquita lleva pollitos en una caja y una madre con un bebe amortigua los saltos en sus brazos.
Levantando polvareda. Un ritmo tropical entretiene al chofer de pantalones de fútbol y camisa abierta. Su cabeza marca el ritmo. Al colectivo le cuesta subir el repecho pero la música parece animarlo. A cada rato se detiene en una nueva parada improvisada; en un puesto de techo de adobe los perros parecen saber que alguien bajará y llegan meneando sus colas.
Una botella de vidrio verde va y viene rodando por el piso del ómnibus. Circula golpeteando los asientos. Un barco navegando en otro barco. Desde lejos alguien ve avanzar el colectivo y corre hacia el camino. Al verlo el chofer detiene la marcha, la puerta se abre y un hombre pregunta agitado: "¿Hay un paquete para mí?". Desde su asiento, el conductor responde: "No, no hay nada". La marcha continúa y la esperanza se queda dura, con la boca abierta. Los pollitos de la caja siguen piando desesperados.
Al rato atraviesa un cementerio y los pasajeros se persignan. Luego pasa por una escuela perdida y en el marco de la ventana se puede ver un cuerpo vestido de blanco que señala a otro la presencia del colectivo. Algo comentan y con el brazo en alto saludan.
Corral Quemado es un pueblo terminal. Es decir, sus caminos no tienen salida, no continúan más allá. El cassette vuelve a girar una vez más; por cuarta vez el tropical Bombón Asesino. Por suerte el pueblo ya está cerca y un poco más lejos las minas de oro de Culampajá. Sin embargo, hasta allí no va ningún colectivo, apenas una "huella minera", buscadores de oro coqueando y burros cargueros. Pero esa es otra historia.

Juan Pablo Baliña Desde Hualfín, provincia de Catamarca Especial para LANACION.comrutacuarenta@gmail.com

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