La sorpresiva candidatura de la montañista produjo un sopor en el oficialismo, pero bronca, lo que se dice bronca, produjo en el radicalismo. Es que no son muchos los radicales que puedan trepar al Everest y menos a una lista de candidatos.
Ciertamente no es la cuestión Úrsula Díaz, que se sabe es radical, aunque olvidada por su partido y por eso mismo muy allegada al kirchnerismo, que la recibió en su gobierno sin ningún análisis de sangre.
Como sea, produjo sorpresa la candidatura de la montañista, pero en el radicalismo, esa elección produjo bronca. Nadie sabe que fue el castillismo quien el lunes pasado comenzó a operar para que la deportista integrara la lista. La propuesta llegó el martes pasado y la aceptación dos días después. Pero en el radicalismo hay bronca por la forma de selección: a dedo, desde una mesa chica, sin consenso alguno, por teléfono, sin considerar nada de nada, solo el criterio castillista. En el fondo, se cuestiona la forma autoritaria en el que el castillismo maneja el partido y fundamentalmente las listas de candidaturas, una forma militarizada de la que participa Eduardo Brizuela del Moral, por la parte que a él le toca, pero que implica el olvido del resto de los radicales, los de la calle, los que creen en los ideales de Alem, Hirigoyen, Sabatinni, Illia y Alfonsin. Úrsula Díaz es una de esas “olvidadas”, ahora un logro deportivo importante le dio fama y esta distinción interesada del castillismo, pero no son muchos los radicales que puedan trepar al Everest y menos a una lista de candidatos. |
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