Se presentó el libro que recopila recetas
Pernasetti y Ferré contaron cómo fue la producción.
La noche del sábado, en la 10° Feria del Libro, se presentó el libro “Inventario de Sabores. Un viaje a la cocina tradicional del Belén”. Sus autoras, Cecilia Pernasetti y María Florencia Ferré, hablaron de la investigación realizada para dar forma a esta obra -publicada por la Secretaría de Cultura- que rescata el patrimonio gastronómico local.
A medida que las autoras recordaban los encuentroscon los cocineros de Belén, las recetas que les habían compartido y los motivos que las habían llevado a realizar este trabajo, el aire se fue poblando de aromas, sabores y paisajes similares a los que aparecen con sólo hojear el libro.
“Este libro es una invitación a pensar y saborear lo local y darle ese valor de rica comida, aunque le digan de pobre, es una invitación a reflexionar sobre la enajenación a la que nos llevan las modas, las publicidades y las promesas de pertenencias a determinado grupo social, que llegarían si abandonamos lo propio por lo que viene de afuera. Es una invitación a reconocer y operar sobre la anomia gastronómica en la que estamos inmersos”, dijo Ferré.
Lejos de ser un mero recetario de comidas, el libro combina, a través de textos y fotografías, ingredientes y preparaciones de comidas tradicionales –algunas conocidas y otras que corrían riesgo de perderse- con las historias de vida de sus cocineros, que ponen sus saberes y también sus sentimientos al servicio del acto de cocinar.
Pernasetti, nacida en Belén y residente en Córdoba, destacó el valor de la cocina de Catamarca como una cocina que “está viva y atravesando nuestros modos de ser”. Resaltó que eso queda en evidencia cuando la cocina y la comida son tema de conversación y de divergencia.
“Una cocina existe en la medida en que hay gente que hable de ella, y esto sucede con la cocina de Catamarca: esta viva, atravesando nuestros modos de ser. Y éste, nuestro modo de ser, es lo que quisimos rescatar en este libro, no por el sólo valor de ser nuestro, ni por decir a priori que si es nuestro es bueno o es mejor, sino porque consideramos que va asociado con un estilo de vida que sí consideramos que vale la pena visibilizar, un estilo de vida que tiene que ver con producir lo que comemos”, precisó Pernasetti y, en ese sentido, recordó que en cada casa que visitaron durante las entrevistas realizadas para hacer el libro, había una huerta o un pequeño sembradío, símbolo, en definitiva, de la autonomía alimentaria, de la libertad.
A medida que las autoras recordaban los encuentroscon los cocineros de Belén, las recetas que les habían compartido y los motivos que las habían llevado a realizar este trabajo, el aire se fue poblando de aromas, sabores y paisajes similares a los que aparecen con sólo hojear el libro.
“Este libro es una invitación a pensar y saborear lo local y darle ese valor de rica comida, aunque le digan de pobre, es una invitación a reflexionar sobre la enajenación a la que nos llevan las modas, las publicidades y las promesas de pertenencias a determinado grupo social, que llegarían si abandonamos lo propio por lo que viene de afuera. Es una invitación a reconocer y operar sobre la anomia gastronómica en la que estamos inmersos”, dijo Ferré.
Lejos de ser un mero recetario de comidas, el libro combina, a través de textos y fotografías, ingredientes y preparaciones de comidas tradicionales –algunas conocidas y otras que corrían riesgo de perderse- con las historias de vida de sus cocineros, que ponen sus saberes y también sus sentimientos al servicio del acto de cocinar.
Pernasetti, nacida en Belén y residente en Córdoba, destacó el valor de la cocina de Catamarca como una cocina que “está viva y atravesando nuestros modos de ser”. Resaltó que eso queda en evidencia cuando la cocina y la comida son tema de conversación y de divergencia.
“Una cocina existe en la medida en que hay gente que hable de ella, y esto sucede con la cocina de Catamarca: esta viva, atravesando nuestros modos de ser. Y éste, nuestro modo de ser, es lo que quisimos rescatar en este libro, no por el sólo valor de ser nuestro, ni por decir a priori que si es nuestro es bueno o es mejor, sino porque consideramos que va asociado con un estilo de vida que sí consideramos que vale la pena visibilizar, un estilo de vida que tiene que ver con producir lo que comemos”, precisó Pernasetti y, en ese sentido, recordó que en cada casa que visitaron durante las entrevistas realizadas para hacer el libro, había una huerta o un pequeño sembradío, símbolo, en definitiva, de la autonomía alimentaria, de la libertad.
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