El Esquiú.com visitó la comunidad originaria de La Angostura
Los pobladores recibieron las donaciones que cientos de lectores realizaron para colaborar con quienes más lo necesitan.
El tercer aniversario de El Esquiú.com se celebró este año en La Angostura, junto a los integrantes de la comunidad originaria que forma parte de la Unión Diaguita en el departamento Belén, a 3639 metros sobre el nivel del mar. Alrededor de cien personas participaron de una jornada en la que hubo juegos, sorpresas, música y sobre todo solidaridad.
La comunidad originaria de La Angostura, recientemente reconocida a nivel nacional con el otorgamiento de la correspondiente personería jurídica, recibió a la comitiva que trasladó la totalidad de lo recaudado durante la campaña solidaria en el marco de los festejos del aniversario del diario. La fiesta empezó con el izamiento del pabellón nacional y la bandera de los pueblos originarios, acompañado con el canto de “Aurora”, entonado por el coro de aproximadamente treinta niños.
Para continuar con los festejos, los niños del lugar presentaron números de bailes y coplas que dieron color y alegría a la jornada. Luego el mago “Piro” los deleitó con su espectáculo, asombrando a los niños con apariciones de animales y trucos asombrosos, y fue bautizado por los pequeños con el apodo de “Mágico”. Por su parte, Néstor Pacheco llevó el folclore con zambas y chacareras, incluso cantó dos canciones a dúo con “Jorge”, un joven músico local. Después de la música y el baile llegó la hora de compartir el almuerzo. Seguidamente, en la improvisada sala de cine se exhibió la película del “Ratón Pérez”, llenando de sonrisas a los curtidos rostros infantiles, mientras que los mayores recibían y repartían las donaciones de ropas y alimentos que llevó la caravana.
Cuando el sol amenazaba dejarnos y el viento azotaba cada vez más fuerte, sabíamos que era hora de despedirse, por lo que se repartieron las golosinas, útiles escolares y algunos juguetes para extender la felicidad de los pequeños en el retorno a sus lejanos hogares. Cabe destacar que para llegar a la escuelita e iglesia donde se festejó el 3° aniversario de El Esquiú.com, los pobladores caminaron por más de tres horas desde sus hogares. Por ello, al finalizar la fiesta los vehículos 4x4 hicieron de transporte a los puestos más distantes.
El recibimiento de la comunidad y el agradecimiento por lo recibido se hace extensivo a todos los que colaboraron mediante la solidaridad e hicieron posible que los que más lo necesitan sean parte de nuestro festejo, que es de ellos y de ustedes también.
La comunidad originaria de La Angostura, recientemente reconocida a nivel nacional con el otorgamiento de la correspondiente personería jurídica, recibió a la comitiva que trasladó la totalidad de lo recaudado durante la campaña solidaria en el marco de los festejos del aniversario del diario. La fiesta empezó con el izamiento del pabellón nacional y la bandera de los pueblos originarios, acompañado con el canto de “Aurora”, entonado por el coro de aproximadamente treinta niños.
Para continuar con los festejos, los niños del lugar presentaron números de bailes y coplas que dieron color y alegría a la jornada. Luego el mago “Piro” los deleitó con su espectáculo, asombrando a los niños con apariciones de animales y trucos asombrosos, y fue bautizado por los pequeños con el apodo de “Mágico”. Por su parte, Néstor Pacheco llevó el folclore con zambas y chacareras, incluso cantó dos canciones a dúo con “Jorge”, un joven músico local. Después de la música y el baile llegó la hora de compartir el almuerzo. Seguidamente, en la improvisada sala de cine se exhibió la película del “Ratón Pérez”, llenando de sonrisas a los curtidos rostros infantiles, mientras que los mayores recibían y repartían las donaciones de ropas y alimentos que llevó la caravana.
Cuando el sol amenazaba dejarnos y el viento azotaba cada vez más fuerte, sabíamos que era hora de despedirse, por lo que se repartieron las golosinas, útiles escolares y algunos juguetes para extender la felicidad de los pequeños en el retorno a sus lejanos hogares. Cabe destacar que para llegar a la escuelita e iglesia donde se festejó el 3° aniversario de El Esquiú.com, los pobladores caminaron por más de tres horas desde sus hogares. Por ello, al finalizar la fiesta los vehículos 4x4 hicieron de transporte a los puestos más distantes.
El recibimiento de la comunidad y el agradecimiento por lo recibido se hace extensivo a todos los que colaboraron mediante la solidaridad e hicieron posible que los que más lo necesitan sean parte de nuestro festejo, que es de ellos y de ustedes también.
En medio de la nada
Estamos acostumbrados a ver imágenes duras. En la visión de quien por momentos, o permanentemente, está detrás de una cámara fotográfica, tal vez ya acostumbrado, no tenga la misma sensación de quien se sorprende al viajar por primera vez hasta un recóndito lugar llamado La Angostura. Son muchos kilómetros para llegar hasta los 3.630 metros sobre el nivel del mar, en plena puna catamarqueña. La ruta queda corta en su recorrido, abandona su trazo mucho antes; en su reemplazo aparece la huella, dura y difícil huella para un vehículo preparado para este tipo de terreno. La compañía y solidaridad de un grupo de amigos del 4x4 y el apoyo del cine móvil hicieron llevadera la travesía.
Se necesitan tres horas desde Barranca Larga para llegar hasta la escuela primaria Nº194. Diez kilómetros antes, la belleza del paisaje me salpica su primera nota discordante. Un paraje llamado La Redonda me sorprende desde una casita de adobe por debajo del nivel del camino con niños y su madre saludado a los vehículos. En ellos, felicidad; en mi interior, algo de tristeza. Uno se detiene para cargar en el insignificante espacio algún chico y llevarlo a la gran fiesta que nos esperaba a todos. Pocos metros más adelante una madre nos pide ayuda, nuestro vehículo está repleto. Frenamos para indicarle que volveríamos por ellos. Igualmente pudimos subir a un tímido niño que tendría la suerte de ahorrarse los 10 kilómetros de caminata hasta su escuelita.
Al borde de la huella pedregosa y con ausencia total de arbustos, otros hermanitos continuaban su camino hacia la gran cita. La distancia no se mide en metros por estos lados, todo queda “ahicito”. La baja temperatura y sequedad del aire les templa la piel, los endurece desde el nacimiento. Sólo piedras en el paisaje, igualmente la vida florece. A lo lejos, en la curva de un río seco, otro paraje oculto detrás de una quebrada, denominado La Playa, concentra a una familia con varios niños menores de 8 años.
Ya en la escuelita, la alegría del encuentro y el recibimiento por parte de los pocos adultos. Los niños lentamente se animan al saludo, todos envueltos hasta los ojos en sus abrigos. Pronto bajamos la carga y las donaciones para liberar un vehículo y salir a buscar a los otros niños.
Alrededor de la escuelita está la pequeña capilla que oficia de salón de usos múltiples. A menos de cien metros, un caserío de adobe alberga un par de familias. Luego, la nada. El paisaje es llano en todas direcciones, excepto una pequeña lomada detrás de la escuela.
Las madres, todas jovencitas, tienen su título de tal con cuatro a cinco hijos cada una. Algunas tienen más. Los hermanitos se ayudan mutuamente, las mayorcitas simulan ser pequeñas mamás y cargan su hermanito menor o lo cubren del frío.
La modernidad está llegando, una radio que funciona brevemente permite contactos con Laguna Blanca, paneles solares y cimientos de futuras ampliaciones dan muestras de que, ojalá, pronto el destino de estos pobladores originarios, que también son catamarqueños y sienten orgullo por su sangre, tengan una mejor estadía. Se lo merecen, están haciendo patria allí donde de la nada hay que sacar fuerzas para vivir.
Todos pedimos que el Estado se haga cargo de muchos problemas, es su deber en la mayoría, pero una deuda que las grandes empresas privadas deben asumir es su responsabilidad social en el medio donde explotan sus servicios. Es un hábito cultural a desarrollar. Debiera ser espontáneo que las grandes cadenas de supermercados, en vez de pedir que los centavos que sobran de una compra o las tapitas de gaseosas vayan a destinos en el extranjero o Capital Federal, se inviertan en esta provincia como primera medida.
El Estado catamarqueño apoya, pero es importante que el sector privado, en cualquiera de sus rubros se esfuerce por superar al Estado en su participación social.
Se necesitan tres horas desde Barranca Larga para llegar hasta la escuela primaria Nº194. Diez kilómetros antes, la belleza del paisaje me salpica su primera nota discordante. Un paraje llamado La Redonda me sorprende desde una casita de adobe por debajo del nivel del camino con niños y su madre saludado a los vehículos. En ellos, felicidad; en mi interior, algo de tristeza. Uno se detiene para cargar en el insignificante espacio algún chico y llevarlo a la gran fiesta que nos esperaba a todos. Pocos metros más adelante una madre nos pide ayuda, nuestro vehículo está repleto. Frenamos para indicarle que volveríamos por ellos. Igualmente pudimos subir a un tímido niño que tendría la suerte de ahorrarse los 10 kilómetros de caminata hasta su escuelita.
Al borde de la huella pedregosa y con ausencia total de arbustos, otros hermanitos continuaban su camino hacia la gran cita. La distancia no se mide en metros por estos lados, todo queda “ahicito”. La baja temperatura y sequedad del aire les templa la piel, los endurece desde el nacimiento. Sólo piedras en el paisaje, igualmente la vida florece. A lo lejos, en la curva de un río seco, otro paraje oculto detrás de una quebrada, denominado La Playa, concentra a una familia con varios niños menores de 8 años.
Ya en la escuelita, la alegría del encuentro y el recibimiento por parte de los pocos adultos. Los niños lentamente se animan al saludo, todos envueltos hasta los ojos en sus abrigos. Pronto bajamos la carga y las donaciones para liberar un vehículo y salir a buscar a los otros niños.
Alrededor de la escuelita está la pequeña capilla que oficia de salón de usos múltiples. A menos de cien metros, un caserío de adobe alberga un par de familias. Luego, la nada. El paisaje es llano en todas direcciones, excepto una pequeña lomada detrás de la escuela.
Las madres, todas jovencitas, tienen su título de tal con cuatro a cinco hijos cada una. Algunas tienen más. Los hermanitos se ayudan mutuamente, las mayorcitas simulan ser pequeñas mamás y cargan su hermanito menor o lo cubren del frío.
La modernidad está llegando, una radio que funciona brevemente permite contactos con Laguna Blanca, paneles solares y cimientos de futuras ampliaciones dan muestras de que, ojalá, pronto el destino de estos pobladores originarios, que también son catamarqueños y sienten orgullo por su sangre, tengan una mejor estadía. Se lo merecen, están haciendo patria allí donde de la nada hay que sacar fuerzas para vivir.
Todos pedimos que el Estado se haga cargo de muchos problemas, es su deber en la mayoría, pero una deuda que las grandes empresas privadas deben asumir es su responsabilidad social en el medio donde explotan sus servicios. Es un hábito cultural a desarrollar. Debiera ser espontáneo que las grandes cadenas de supermercados, en vez de pedir que los centavos que sobran de una compra o las tapitas de gaseosas vayan a destinos en el extranjero o Capital Federal, se inviertan en esta provincia como primera medida.
El Estado catamarqueño apoya, pero es importante que el sector privado, en cualquiera de sus rubros se esfuerce por superar al Estado en su participación social.
Nicolás Reynoso
DNI. 14545151
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