En diálogo con Catamarca/12, Rita contó el doloroso proceso que debió vivir durante el parto de su hijo. Con su pareja, con quien se puso de novia a los 15 años, decidieron que querían tener un hijo. Así, comenzaron los planes para la llegada de Abraham Mateo. Ahorraron plata, teniendo en cuenta que el último mes ella necesitaba estar cerca del hospital y como su domicilio es en la localidad de La Ciénaga (a 15 kilómetros de la cabecera de Belén), pensaron en alquilar una pensión y así estar tranquilos por cualquier eventualidad

Se hizo todos y cada uno de los controles. “Todos estaban bien, no tenía ningún problema, incluso las ecografías salían perfectas. Un día sábado de los últimos días de noviembre, tenía los pies muy hinchados y es por esto que fui a controlarme. Me atendió un médico que tenía cara de desvelado. Me hizo tacto, me dijo que tenía uno de dilatación y me dejó internada”, contó.

Explicó que en la sala había cuatro chicas más embarazadas. “Nos vivían haciendo tacto y nunca nos explicaban nada. Ni siquiera limpiaban la habitación. Las enfermeras nos hacían callar. Yo era primeriza y necesitaba saber, porque no sabía mucho, y ellos no explicaban. Estábamos tan confundidas que no sabíamos qué pensar”, dijo.

“El miércoles a la mañana me dieron el alta. Yo ya estaba cansada de tanto tacto que me hacían. Es muy doloroso. Parece que la última obstetra que me atendió antes de irme del hospital me rompió la bolsa así, porque cuando llegué a casa me empezó a salir líquido. Cuando salíamos del hospital esa mañana, mi pareja vio a uno de los médicos y le preguntó si podía hacerme una cesárea, pero él le respondió que si quería eso que vaya al sanatorio y que le pague 80 mil pesos”, relató.

A la tarde de ese mismo día tuvo que volver, porque luego de dormir la siesta se despertó y el líquido se había convertido en sangre. En la sala de guardia, mientras la atendía la obstetra, siguió perdiendo líquido y quedó internada otra vez.

“Me dijo que esperara para dilatar. Yo solo pensaba que ya iba a venir mi bebé. Al rato comenzaron las contracciones y yo gritaba. Una enfermera que estaba ahí me maltrataba y me pedía que me calle en vez de llevarme con la médica a la sala de parto. Me desvanecí tres veces en el baño, me echaban aire y yo gritaba empujando en el baño, en la cama también empujando. Hasta vomité en la sala. Transpiraba y no podía respirar. Pero la enfermera venía y nos retaba a todas. Mi suegro la habló como 10 mil veces a esta mujer hasta que finalmente, como a las 12 de la noche vino enojada, me agarró del brazo y me sacó. Yo no podía ni caminar”, dijo llorando al recordar la situación.