Muchas personas aseguran que los años con 366 días acarrean la desgracia. Lo mismo sucede con el 29 de febrero. Mirá cuáles son las supersticiones.
Muchos mitos y leyendas giran en torno a los años bisiestos y ese “día fantasma” que, cada cuatro años, se agrega al calendario.
Según la astrología, los años de 366 días funcionan como “ajustadores del reloj”, ya que cada año tiene 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Todo este tiempo excedente se suma y conforma el 29 de febrero.
“Nuestro calendario actual se asemeja mucho al calendario egipcio, que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, lo que sumaba un total de 360 días. Sin embargo, observando que el tiempo se desajustaba, le añadieron 5 días festivos extras, que fueron llamados epagómenes por los griegos y que, según sus creencias, correspondían a los nacimientos de los dioses Osiris, Seth, Horus, Isis y Neftis”, explica la astróloga Patricia Kesselman.
Sin embargo, hubo que esperar hasta 1582, para que el Papa Gregorio XIII estableciera el calendario gregoriano, que es el que rige hoy en día. Actualmente, se consideran bisiestos los años divisibles por 4, excepto los divisibles por 100, salvo que estos últimos sean divisibles por 400 (como sucedió en el año 2.000).
La mala fama de los años bisiestos
Todos aquellos que aseguran que los años con 366 días acarrean la desgracia lo justifican con varios ejemplos. En 1912, se hundió el Titanic; en el ’48 asesinaron a Ghandi; veinte años más tarde a Martin Luther King; y en 1980, a John Lennon. Todos esos años fueron bisiestos.
Sobre el 29 de febrero en especial, los escoceses lo consideran un día de tan mala suerte como los martes 13 en algunos países o los viernes 13, en otros. A esta idea, se suman los griegos quienes, además, creen que casarse en año bisiesto lleva al fracaso de la pareja.
Por su parte, en Irlanda, relacionan a este día con la buena fortuna. Entre sus tradiciones, inclusive, se conoce a este día como Bachelor’s Day (el Día de los Solteros), en el que las mujeres le proponen matrimonio al hombre. Si él rechaza la propuesta, antiguamente le tenía que comprar un vestido de seda a la dama.
Esta costumbre se originó en una leyenda que cuenta que en el siglo V, Santa Brígida y San Patricio (ambos santos patrones de Irlanda), acordaron que aquel sería el único día en el que era permitido a una mujer le pudiese proponer matrimonio al hombre.
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